Vivimos en un mundo donde todo pasa, se consume y se vive rápidamente. Desde una edad muy temprana, estamos en el centro de múltiples estímulos que requieren nuestra atención y concentración. Los teléfonos móviles, las tabletas, la televisión, la enorme cantidad de información… Descubramos a través de un psiquiatra infantil los males en la sociedad de nuestro siglo.
Nuestra capacidad de concentración
A los veinte meses de edad, Adrien es un niño sobre estimulado sobre estimulado. Pasa de una actividad a otra en poco tiempo. Dibujar, jugar a rompecabezas con su madre, improvisación de baile… Nada sorprendente hoy. Antes de los tres años de edad, el tiempo máximo de concentración de un niño no excede los diez minutos.
De los tres a los seis años, la capacidad de concentración aumenta hasta veinte minutos, dependiendo de la actividad. La explicación de una lección, de una regla de juego, no debe exceder de diez minutos, de lo contrario el niño se distraerá, será difícil de volver a motivarlo.
De seis a diez años, la atención y la escucha pueden durar hasta treinta minutos dependiendo de la tarea que se esté realizando, sin que el niño se mueva, con descansos de dos a tres minutos.
El tiempo de concentración variará según el placer y la curiosidad que cause la actividad. Su variedad. El estado de fatiga, ansiedad, salud y ambiente del niño influyen en este momento.
Distinguir la concentración y la atención
Para entender estos mecanismos, debemos distinguir entre atención y concentración. El primero es fundamental para el funcionamiento cognitivo. Es un requisito para todos los procesos mentales relacionados con la memoria, el lenguaje, el razonamiento, el aprendizaje, la toma de decisiones, etc. Estar atento significa movilizar los cinco sentidos del oído, el olfato, el gusto, el tacto y la vista para una máxima recepción. Por el contrario, estar concentrado significa reducir el campo de atención. Centrarse en un punto preciso, cerrarse a lo que podría distraer. La concentración es, por lo tanto, uno de los componentes de la atención. Esta última se declina en varios tipos:
- Compartido o multi tarea. Permite posicionarse en varias actividades al mismo tiempo: dibujar mientras se mantiene una conversación, por ejemplo.
- Selectivo o dirigido. Implica seleccionar una fuente de información y esconder otras mientras se es consciente de su existencia: escuchar música mientras la sirena suena fuera.
- Sostenido. Se caracteriza por la capacidad de llevar a cabo una tarea de forma continua, mediante un esfuerzo voluntario. Puede ser una redacción de cuarenta minutos en el aula.
Alteraciones puntuales o crónicas
Nuestras facultades nos permiten retener en promedio el 10% de lo que leemos, el 20% de lo que escuchamos, el 30% de lo que vemos. Somos capaces de asimilar el 50% de lo que tenemos delante de nuestros ojos y lo que llega a nuestros oídos al mismo tiempo. Sin embargo, nuestras capacidades pueden verse alteradas u obstruidas – ocasionalmente o con el tiempo – por factores externos: múltiples demandas de distracción, problemas familiares, escolares o emocionales, estrés, fatiga, falta de integración neuro-sensorial.
Otros factores alteran nuestros mecanismos cognitivos. Esto puede ser particularmente psicopatológico en personas más jóvenes en el contexto del trastorno por déficit de atención (TDAH). Pueden ser problemas cerebro vasculares o degeneraciones como la enfermedad de Alzheimer. Tomar medicamentos.
La pérdida de atención vista por los médicos
La doctora Nathalie Franc, psiquiatra infantil del Hospital Universitario de Montpellier, es especialista en trastornos del comportamiento de niños y adolescentes. Le preguntamos sobre esta supuesta pérdida de atención generalizada.
¿Estamos ante una pérdida de nuestra atención?
No hay más niños con TDAH de los que había antes. Diría que es el estilo de nuestra capacidad de atención lo que ha cambiado. Sufrimos mucha más presión. A través de las pantallas, las notificaciones. Nos hemos convertido en multitarea. También estamos más distraídos. Independientemente de nuestra edad. Los niños no se parecen en nada a los niños de hace 30 años. Están más estimulados. Sin embargo, nos equivocamos si pensamos que hay más trastorno por déficit de atención (TDAH) en los niños. Tenemos que ser cuidadosos. El TDA – con o sin hiperactividad – está siendo diagnosticado mejor. Antes se contentaban a decir que eran malos alumnos o simplemente demasiado disipados. Hoy en día, son identificados, tratados, seguidos. Estamos adaptando las instalaciones de la escuela para ellos. Vamos a dar consejos a los padres: por ejemplo, no enfadarse cuando tengamos que repetir las cosas, porque eso puede tener un impacto negativo en la autoestima del niño y en su capacidad para desarrollar estrategias. Más bien, tienes que ser comprensivo y decir: «¿Por qué no lo escribes? »y valorarlo: «Puedes hacerlo». Y este cuidado debe aplicarse a todos los niños, tengan o no TDA.
¿Cuando hablamos de TDAH?
Este es un tema complejo que no puede ser explicado sólo por el proceso neuropsicológico. Nadie tiene la misma habilidad para permanecer atento, la misma capacidad de atención. Un niño que se marea, tiene dificultades para concentrarse, pasa de una actividad a otra, no sufre necesariamente de un Trastorno del Desarrollo Neurológico por Déficit de Atención. Este trastorno no está causado por falta de afecto o problemas psicosociales y no está relacionado con la inteligencia de la persona afectada. Hablamos de TDA, con o sin hiperactividad, cuando es una verdadera molestia para el niño, cuando tiene un impacto, una repercusión en su vida y en la de su familia. El TDA combina tres síntomas cuya intensidad y manifestaciones varían según la persona:
- El déficit de la atención
- La hiperactividad motora
- La impulsividad
La incomodidad experimentada por el niño puede ser identificada en tres esferas
- El entorno escolar, a través del comportamiento del niño en el aula, el aprendizaje, etc.
- En la familia, donde se expresa la autonomía del niño, su comportamiento frente a las instrucciones, que puede generar mucha oposición pasiva o activa. Hay que repetirle cosas porque no las oye, las olvida…
- El entorno social y relacional, un área muy importante de la que no se habla lo suficiente. Algunos niños tienen dificultad para adaptarse a otros, se encontrarán aislados, con una pérdida de autoestima.
¿Cuáles son las buenas prácticas para estimular la concentración?
Los juegos son interesantes para eso. Ajedrez, por ejemplo, porque hacen que la concentración, la anticipación, la planificación y la reflexión funcionen de manera global. Algunos juegos de estrategia tienen estas propiedades. El juego debe seguir siendo un placer y no una restricción o visto como un deber escolar. La atmósfera positiva desarrollada alrededor del niño durante el juego es importante. La relación que se establezca con el niño debe ser un momento agradable de intercambio.
En cuanto a las pantallas, no deben ser identificadas siempre como algo negativo, ya que pueden ser también benéficas. Simplemente hay que limitar su uso. a concentración que pones en la pantalla no es la misma que la que pones en una tarea.
Las pantallas son una consecuencia de la falta de concentración y no una causa: no requieren una gran capacidad de atención, lo que explica que sean atractivas y motivadoras para el niño que tiene dificultades para concentrarse.
Síguenos en: