Aurélien D’Ignazio, psicomotricista nos da consejos e ideas para entender mejor esta profesión, sus desafíos, su campo de acción. Y comparte con nosotros algunos extractos de su artículo de investigación sobre el Trastorno del Desarrollo de la Coordinación (TDC) y la dispraxia del desarrollo. ¡Disfruta de la lectura!
TDC y dispraxia del desarrollo – Visión psicomotriz
1. Sobre el TDC
Ya sean las antiguas denominaciones poco elogiosas («debilidad motora», «retraso motor específico», etc.) o el Trastorno del Desarrollo de la Coordinación (DSM 5, 2015), todas estas terminologías se refieren a la manifestación conductual de una torpeza motora, lo suficientemente importante como para alejar permanentemente al individuo del nivel de desarrollo motor esperado para su edad y hasta el punto de repercutir significativamente en su vida cotidiana. […] Afecta a una media del 5% de los niños en edad escolar (con ligeras variaciones según la prueba de cribado utilizada y los valores de corte adoptados) y con mayor frecuencia a los varones (proporción de sexos de aproximadamente 1,8).
Diagnóstico
El proceso de diagnóstico, que suele ser multidisciplinar (médico especialista, psicomotricista, terapeuta ocupacional, psicólogo, etc.), garantiza que las oportunidades de aprendizaje del niño han sido suficientes y que sus dificultades no se explican mejor por otra alteración importante de su funcionamiento (lesión cerebral, distrofia muscular, deficiencia intelectual, déficit visual, etc.)
Las dificultades motrices en los TDC están sujetas a muchas variaciones interindividuales y pueden afectar a las actividades diarias, escolares y extraescolares, con un posible impacto negativo a nivel psicosocial (estrés, ansiedad…) y fisiológico (sobrepeso…).
Es frecuente la comorbilidad con otro trastorno del neurodesarrollo (TDAH, TEA, etc.). La etiología sigue siendo desconocida a pesar de las hipótesis que tienden a arrojar luz sobre ciertos déficits (a nivel neurológico, neuropsicológico, sensorial-motor interno, etc.).
El diagnóstico es posible en torno a los 5-6 años, edad en la que el rendimiento motor se vuelve más homogéneo en los niños y en la que la transición del jardín de infancia a la escuela primaria puede poner de manifiesto ciertas dificultades.
TDC : Dispraxia o Trastorno de desarrollo de la coordinación
Históricamente, algunos autores han expuesto las diferencias teóricas entre las dispraxias (asociadas a la vertiente cognitiva del gesto, perturbada en su conceptualización) y el TDC/ADD (más asociado a la vertiente motora del movimiento, afectado en una perspectiva más dinámica en la interacción con el entorno).
Tras la revisión y el análisis de los elementos históricos, científicos y sociales de las publicaciones (informe Inserm 2020), no fue posible diferenciar rigurosamente estos dos términos, que se consideraron equivalentes en el conjunto de conocimientos.
La necesidad de ajustarse a la terminología internacional lleva a utilizar el término DCD (traducción oficial de «DCD» por «Developmental Coordination Disorder»), a fortiori en un contexto de investigación (con la necesidad de referenciar) o al concluir informes para facilitar el reconocimiento de una discapacidad.
Sin embargo, el término dispraxia sigue siendo muy utilizado en Francia («problemas de dis» sigue siendo una expresión especialmente utilizada por los profesores y las asociaciones).
Estos trastornos visuales-espaciales están presentes en el 30-40% de los TDC (Costini, 2017; Wilson, 2013) y pueden encontrarse en otras condiciones.
Coordinación vs. praxis
Podemos considerar que la coordinación motriz (desde la más simple hasta la más compleja) representa un gran grupo que incluye procesos de praxis.
El término praxis evoca una secuencia gestual orientada a un objetivo, adquirida por aprendizaje y que implica una planificación (elaboración cognitiva de un plan de acción que incluye pasos de ejecución), con la mayoría de las veces un componente visual-espacial (anudar, ensamblar, construir, cortar, tirar al arco…).
Resolver un cubo de Rubik® requiere la cooperación entre las dos manos (= coordinación), pero se basa especialmente en la praxis: planificación, orientación visuoespacial, necesidad de aprendizaje, etc., mientras que la realización de un salto de longitud en atletismo es más una cuestión de coordinación motriz (especialmente entre los brazos y las piernas durante la carrera y el salto), aunque siempre habrá una tarea de planificación y programación motriz en menor medida (¿en qué momento debe iniciarse el salto? ¿Cuánto hay que correr antes de saltar? ¿Con qué pie de apoyo? etc.).
⇒ Un TDC puede afectar a ambas situaciones (lentitud de adquisición, torpeza…), pero es probable que los procesos deficitarios subyacentes sean diferentes.
2. Evaluación de las habilidades motoras
La evaluación psicomotriz articula las observaciones cualitativas con los resultados estandarizados de los instrumentos de evaluación.
En el contexto de una presunta DDC recogemos información :
– anamnesis (¿trastornos presentes desde la infancia? ¿dificultades en todos los ámbitos de la vida? ¿intensidad del impacto diario?)
– clínico (lentitud, dificultad con la automatización, inestabilidad del rendimiento, etc.)
– estandarizados (pruebas y cuestionarios)
⇒ que proporcionan información sobre los criterios del DSM 5 de medición, impacto, inicio y exclusión (criterios A, B, C, D).
Las pruebas de destreza manual y digital, de coordinación fina y global, de equilibrio estático y dinámico, de tono y de imitación, etc., tienen en cuenta la calidad de la producción motriz del niño y su equipamiento neuromotor.
(Véase Albaret y De Catelneau, 2005, para una revisión de los criterios de validez y fiabilidad de las pruebas motoras).
[…]
3. Exploración de los procesos de déficit: el «iceberg» del TDC
La imagen del iceberg se utiliza a menudo con fines educativos para confrontar el marcador visible de un fenómeno con sus aspectos más discretos. Si el término TDC se refiere al aspecto diagnóstico y cuantificable, lo cierto es que hay que explorar todos los subsuelos y las funciones psicomotoras que intervienen en el movimiento.
Nos referimos a las habilidades del niño en las siguientes áreas: perceptiva, praxis, neuromotora, integración sensorial, atencional y ejecutiva, motivacional y emocional.
Todos estos aspectos se separan aquí artificialmente para favorecer sus respectivas evaluaciones y su observación diferencial, pero en realidad siguen estando entrelazados.
No se presentan como «factores causales», sino como campos que hay que investigar para poner de manifiesto las zonas de fragilidad susceptibles de aumentar la torpeza motriz, así como las habilidades en las que hay que apoyarse para compensarlas.
Si nuestra primera intención es normativa al contribuir a objetivar el trastorno de forma selectiva, la segunda es, pues, reflexiva al investigar un máximo de estos procesos subyacentes.
Esta representación incluye, naturalmente, las intervenciones específicas de los distintos profesionales sanitarios que trabajan con el niño (médico, ortopeda, terapeuta ocupacional, psicólogo, logopeda, neuropsicólogo, etc.).
El testimonio de las familias, la queja del niño y el impacto del trastorno en su vida diaria siguen siendo predominantemente importantes en este enfoque.
Creemos que tener presente este «iceberg» puede orientarnos hacia un análisis clínico aún más exhaustivo para afinar mejor los objetivos de la rehabilitación, la orientación de los padres, los medios de compensación y las futuras adaptaciones educativas, garantizando el desarrollo del niño.
4. Rehabilitación de TDC y dispositivos de psicomotricidad dirigidos
Las recomendaciones actuales hacen hincapié en los enfoques Top-Down: los programas de autoinstrucción (Meichenbaum, 1971), el método CO-OP (Polatajko, 2001), el enfoque NTT (Schoemaker, 2003 y Niemeijer, 2007) y la imaginería motriz (Wilson, 2002), ya que existe un buen nivel de pruebas de eficacia. […]
Los psicomotricistas pueden combinar este tipo de enfoque recomendado con numerosos dispositivos destinados a reducir los déficits que suelen presentar los niños con TDC (informe del Inserm p. 30).
Pensamos en recorridos de psicomotricidad (que requieren equilibrio y organización en el espacio, etc.), situaciones que implican secuencias gestuales (coreografías, manipulación de objetos, etc.), actividades que implican una rápida anticipación (juegos de habilidad, malabares, raquetas, etc.), situaciones en las que el niño no puede desplazarse. ), situaciones en las que se suprime la visión y/o se producen variaciones táctiles y propioceptivas durante la acción (para reforzar la calidad de la retroalimentación sensorial), ejercicios que requieren dos componentes motrices complementarios (control postural y precisión del movimiento) o incluso situaciones de doble tarea con una parte cognitiva y otra motriz (véase el juego mnemotécnico como ejemplo).
Para mantener la pertinencia de estos enfoques, fomentamos la multiplicación de oportunidades para extraer estrategias que puedan generalizarse a la vida cotidiana (análisis visual del entorno, reducción de la impulsividad, mejor regulación de las emociones, etc.).
Así, utilizamos dispositivos lúdicos, creativos y gratificantes para el niño, que le permiten mejorar su capacidad perceptivo-motriz y la inversión de su cuerpo tanto en su aspecto funcional como en el de soporte de las interacciones con los demás…
Aurélien D’Ignazio, Psicomotricista liberal y el hospital de día, profesor en París (Instituto Superior de Educación Psicomotriz y Pitié Salpétrière) Co-autor del libro 100 idées pour développer la psychomotricité des enfants
Síguenos en: