¿Qué es la fatiga o cansancio por sobreadaptación en el espectro autista? Se lo preguntamos a Lali Dugelay, conferenciante y fundadora del sitio web AspieAtWork. En el trabajo, en el transporte, en casa… Nos cuenta las situaciones en las que se sobreadapta y cómo ha puesto en práctica trucos para señalar los momentos en los que necesita volver a centrarse en sí misma.
¿Qué es la fatiga por sobreadaptación?
Mi cerebro está en un estado de cambio constante: me pregunto constantemente si estoy haciendo las cosas como la sociedad espera que las haga. ¿Tengo el lenguaje corporal adecuado? ¿Tengo el tono de voz adecuado para lo que quiero decir? ¿He entendido lo que se me dice y, en consecuencia, estoy respondiendo correctamente? ¿Lo he hecho bien? ¿He hecho lo suficiente? ¿O demasiado? Nada es obvio o espontáneo cuando se trata de intentar encajar con lo que esperan los neurotípicos. Esto conduce a un alto grado de fatiga intelectual y, en consecuencia, a menudo física…
¿Qué es el agotamiento autista?
El agotamiento autista es, en mi opinión, el resultado de este cansancio ligado a la sobreadaptación. En algún momento, el cerebro dice: «Para, no puedo ir más lejos». Todos los esfuerzos realizados para adaptarse al mundo del trabajo y de la sociedad se convierten en un enorme dolor que cae sobre ti y te lleva a un estado de angustia total. Un autista no conoce sus límites, no reconoce las señales que deberían alertarle de una inminente saturación. A menudo se ve sorprendido por este agotamiento que no había sentido venir, pero que no es más que una consecuencia lógica de la sobreadaptación que se impone a sí mismo.
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¿Cuáles son los indicadores de demasiada fatiga? ¿Cómo puede ser consciente de que ha llegado al límite?
El problema es que no veo los signos de este cansancio. Siempre estoy al máximo de mis posibilidades, nunca estoy a medias. Son mi marido y mi psiquiatra los que me alertan: la pérdida de peso, el nerviosismo, la sensación de ansiedad constante, el insomnio… son indicadores que no sé analizar en ese momento pero que les llevan a decirme que baje el ritmo y me centre en lo esencial y en mí misma.
¿Cuáles son las situaciones en las que se sobreadapta?
En casa, no tengo que adaptarme demasiado a la vida cotidiana desde que me diagnosticaron. Lo que sigue siendo complicado son las grandes reuniones familiares, donde hay gente, ruido, agitación… Y si soy el anfitrión, el inmenso estrés de preparar y recibir a la gente.
En el trabajo, el anuncio del diagnóstico también ayudó. Sin embargo, los momentos en los que varios compañeros hablan a la vez, llegan juntos a un espacio reducido, cuentan su vida sin que se les pregunte… sigue siendo difícil de soportar y solo quiero salir corriendo. Pero no lo hago porque he aprendido que son momentos importantes para la cohesión del equipo. Así que me lo tomo con calma hasta que me derrumbo físicamente al llegar a casa.
El transporte es una de las peores fuentes de sobreadaptación: promiscuidad, ruidos, olores, vergüenza, agresiones verbales, tocamientos… ¡Es un infierno! Tengo una tarjeta de inclusión que me da derecho a sentarme en un asiento prioritario, pero a menudo me resulta difícil ejercer este derecho. Todos los lugares con gente inducen a la sobreadaptación y a la alta ansiedad.
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¿Qué trucos has puesto en práctica con tu familia y colegas cuando necesitas recargar las pilas?
Compré pulseras de diferentes colores para indicar mis diferentes estados de ánimo. Por ejemplo: pulsera rosa: todo va bien; pulsera azul: atención, principio de fatiga; pulsera morada: ayuda, pánico. Esto me permite indicar discretamente a las personas que conocen este código que necesito ayuda. También he puesto un código en el pomo de la habitación en la que estoy con la puerta cerrada para que cualquiera que se le ocurra irrumpir sin llamar sepa que no es el momento de molestarme.
En el trabajo, se ha instalado una sala de descanso a la que todos los empleados tienen acceso cuando lo desean: posibilidad de tumbarse, ponerse aceites esenciales, música… También puedo instalarme en una oficina donde estoy sola, el tiempo para abstraerme del «barullo» (así me siento) de ciertas conversaciones durante el tiempo que sea necesario. También puedo optar por salir de la oficina antes de tiempo o dar un paseo, para recuperarme de algunas situaciones de estrés.
¿Qué se puede hacer para que el entorno sea menos «cansado» con el fin de mejorar el bienestar de las personas con autismo?
Si el mundo fuera menos ruidoso (vehículos eléctricos en lugar de motos, coches y camiones…), estaría muy bien, pero es utópico.
Algunas tiendas (todavía escasas) han establecido horarios adaptados a los autistas (luces más tenues, sin anuncios por megafonía…). En sí, por qué no, pero el horario propuesto no coincide con el de las oficinas. Personalmente, ¡no puedo ir de compras a mediodía! Recurro a los pedidos por internet, en la comodidad de mi salón.
En cuanto al transporte público, mientras los usuarios no muestren más civismo, quizás podríamos imaginar un tren dedicado a las personas con necesidades especiales. Pero no me gusta mucho el estigma que llevaría (el tren de los discapacitados)… Deberíamos imaginar una verdadera campaña de concienciación sobre la discapacidad en el transporte, aumentar la frecuencia de los metros, autobuses y tranvías para que no acabemos hacinados y pegados. Quizás también deberíamos poder informar de nuestra discapacidad a un agente de cada tren para que se asegure de que tienes un asiento. En términos generales, podríamos imaginar un asesor en materia de discapacidad en cada lugar de acogida del público, que se encargaría de facilitar el viaje de cada persona con discapacidad.
¡Gracias a Lali Dugelay! ¿Qué soluciones crees que se podrían poner en marcha para que el entorno sea menos «cansado» para las personas con autismo? Comparte con nosotros en comentarios.
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