Cuando los niños tienen expresiones emocionales intensas, puede resultar desconcertante para los adultos que deben acompañarlos. A menudo, su enfado provoca el nuestro y somos incapaces de aliviar la presión. Lo más frustrante para nosotros, los adultos, es probablemente querer reaccionar con calma sin saber qué hacer en situaciones críticas. En este artículo, una psicóloga y especialista en infancia y crianza, te da 10 consejos y trucos para lidiar con pequeños y grandes enfados y la frustración.
1 – Conseguir un estado mental específico para las frustaciones
En primer lugar, hay que respirar hondo y tomarse tiempo para reaccionar, a fin de evitar acumular presión sobre uno mismo. En segundo lugar, es esencial recordar que nuestras reacciones son sólo imperfectas y que no tenemos el poder de calmar a los niños inmediatamente. Podemos acompañarles lo mejor que podamos y son sus emociones las que atravesarán antes de calmarse.
2 – Protégete
Dependiendo de la intensidad de las reacciones emocionales, puede ser necesario protegernos a nosotros mismos y a los demás presentes. También puede ser necesario proteger al niño de sí mismo durante esta tormenta emocional, especialmente si se está haciendo daño.
3 – Hablar en el momento adecuado
Hablar suele ser innecesario al principio de una «crisis». Cuando la intensidad disminuya, puedes colocarte a su nivel y ayudar la vuelta a la calma mostrando tu empatía y disponibilidad. La corregulación puede llevar tiempo, pero es una inversión a largo plazo.
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4 – Evitar generar frustración
La frustración como tal no enseña nada. No hay necesidad de generar una frustración que podría evitarse. Sin embargo, es importante aprender a acompañar las emociones para hacer frente a las frustraciones normales de la vida. Esto se aplica a todos. En los niños, este aprendizaje se realiza mediante la corregulación, es decir, el acompañamiento de un adulto para apoyar al niño en su vuelta a la calma.
5 – Anticiparse a las frustraciones
Anticipación y búsqueda de estrategias: cuando determinadas situaciones son intrínsecamente frustrantes, como los viajes, las esperas o las citas médicas, conviene prever algo para llenar el tiempo. Además, es útil considerar cada tormenta emocional como una forma de conocer mejor a tu hijo. Cada vez es más fácil predecir lo que causa molestias.
6 – Recuperar la calma
Si la presión del adulto aumenta, es preferible que se aparte para recuperar la compostura y su capacidad de corregulación. Esto puede parecer incongruente en una sociedad en la que es habitual aislar al niño, pero puede ser preferible distanciarse para respetar las propias necesidades sin esperar que el niño obedezca.
7 – Expresa tus propias emociones
Los seres humanos, incluidos los niños, aprenden fácilmente mediante la observación. Es útil expresar las propias emociones y verbalizar las propias estrategias de autorregulación de la frustración y la ira. Este trabajo personal es muy beneficioso para todos los miembros de la familia: las emociones se reconocen, se aceptan y pasar por ellas es un proceso normal.
8 – Calmar con un abrazo
Cuando los niños ya no rechazan el contacto durante una tormenta emocional debido a una frustración, puede ser muy eficaz ofrecerles un abrazo para ayudarles a calmarse. El tacto cálido demuestra empatía y aceptación de las emociones. Los niños, como ya se ha dicho, no tienen capacidad de autorregulación. Los abrazos ofrecen esta corregulación, esta reconexión a través del cuerpo y para asentarse después de un torbellino emocional en el que se han perdido.
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9 – Validar todos los sentimientos
Valida todos los sentimientos, incluso los percibidos como negativos, porque son perturbadores. Es importante que los niños puedan sentir y reconocer que están frustrados, enfadados o tristes sin que se considere inapropiado en la vida cotidiana. Hacerles sentir culpables por tener sentimientos no les ayuda a afrontar las situaciones de forma más competente. Por otro lado, ser capaz de expresar y utilizar estrategias de autorregulación y corregulación es plenamente funcional.
10 – Acepta que no puedes controlarlo todo
En la paternidad hay que elegir las batallas. No todo es controlable y aceptarlo es un alivio: todos los niños, humanos como son, experimentan altibajos emocionales. Así, deben evitarse etiquetas como «es una excitada» o «es una histérica» para no cristalizar ciertos comportamientos.
¡Nadie es perfecto!
Lo más importante es verbalizar las frustraciones y saber disculparnos si nuestro comportamiento ha sido ofensivo para los niños. Esto es inevitable, ya que nuestros recursos no resultan óptimos en todas las circunstancias.
No tenemos que ser perfectos, es una búsqueda inútil en cualquier caso. Esto también se aplica a los niños que no son pequeños seres ejemplares. Experimentan el mundo durante su desarrollo y toman decisiones sin medir las consecuencias.
Las expresiones emocionales no contienen ningún deseo de hacer daño.
Los niños hacen lo que pueden, necesitan ayuda desesperadamente… Como la mayoría de nosotros, atrapados en una emoción que todo lo consume.
Soy psicóloga especializada en atención perinatal y apoyo a los padres. Acompaño a los (futuros) padres en todas sus reflexiones sobre su paternidad y sus estados psicológicos. En mi perspectiva de la infancia y la paternidad, el énfasis se pone en el cuidado de todos.
La paternidad es un camino de desarrollo personal. Mi objetivo es ayudar a todos a sentirse bien consigo mismos como padres, pero también como personas. Por eso, mi segunda actividad es escribir artículos y publicaciones para apoyar al mayor número posible de personas.
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