El aprendizaje del esfuerzo es indispensable para los niños. El esfuerzo es lo que les permite comprender que la vida no es mágica y que para obtener algo hay que hacer prueba de trabajo, perseverancia y paciencia. El esfuerzo no es innato y se aprende desde los dos años, desde el momento en el que el niño empieza a aprender a ser autónomo (ponerse el abrigo, guardar sus juguetes, comer solo…) Sí, pero ¿cómo inculcarle el gusto o el valor por el esfuerzo? Algunas claves que ayudarán seguramente a su hijo.
Explicarles por qué tal esfuerzo es importante
El esfuerzo solicitado a los niños debe ser siempre justificado y explicado por sus padres. Esto permite a los niños comprender lo que el esfuerzo le permitirá conseguir y hacerlo más fácilmente. Explíqueles a sus hijos también que una vez realizado el esfuerzo, se sentirán orgullosos de sí mismos por haber conseguido hacerlo solos. Póngales el ejemplo del deportista que se entrena durante horas para poder conseguir su meta.
¿Cómo motivarle?
Es importantte motivar y transmitir este gusto por el esfuerzo. Para ello, se pueden proponer desafíos, por supuesto, adaptados a la edad, la personalidad, y la madurez del niño. Por ejemplo, se le puede decir » podrás jugar cuando hayas terminado los deberes». Se puede añadir una pequeña recompensa o refuerzo positivo. Además de recompensar la acción o el prograseo, esta recompensa motiva y estimula al esfuerzo y a la perseverancia. Os dejamos algunas ideas sobre qué tipo de refuerzos positivos se pueden utilizar . También se puede utilizar:
Sistema de pictogramas de motivación magnéticos Ideo
Un momento de mimos con mantas con lastre
Una sesión de juego con su animal favorito
Felicitarle
No olvide felicitarle y animarle en los momentos de dificultad. Da igual si el resultado no es perfecto, lo importante es valorar las acciones, el esfuerzo y el progreso del niño. Y para eso, los piropos y felicitaciones son imprescindibles. Pero, todo en su medida. Porque demasiado puede ser negativo, puede convertirse en una presión. Y porque demasiadas críticas también pueden ser negativas, pueden herir la autoestima, desanimar al niño, y darán como resultado una pasividad y un hastío, que no queresmos. Así, que como decía Aristóteles, en el término medio está la virtud.
No caer en la tentación de hacer las cosas por él/ella
Hay momentos en los que es complicado aceptar ver al niño en una situación difícil, y nos dan ganas de hacerlo por él. Sin embargo, si lo hacemos en su lugar no le ayudamos. Está bien protegerles y ayudarles, pero hay que dejarles descubrir por sí mismos lo que significa el trabajo y el esfuerzo. Imaginemos que tiene dificultades para hacer un ejercicio. En este caso no se lo hagas, porque a corto plazo ganas tiempo, pero a largo plazo no le ayudas. Lo mejor es acompañarle y ayudarle con materiales adaptados según sus necesidades, como las ayudas de prensión o soporte antideslizantes, o tijeras aprendizaje. También puede utilizar ayudar en los gestos, enseñarle cómo mover la mano, o con ayudas visuales (plannings), verbales (con instrucciones).
Gestionar la frustración
Si su hijo no consigue hacer una tarea, no le riña porque le podría perder la confianza en sí mismo. Al contrario, es una oportunidad para explicarle que no siempre se consiguen las cosas a la primera.
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